Lanús (y Harold Lloyd) en Tucumán
Nicolas Zadubiec
4 de mayo de 2025

A principios de abril de 1928, Lanús se adjudicó en Tucumán el trofeo “El Crack (Harold Lloyd)” tras vencer a un seleccionado de jugadores locales. Con antelación, derrotó sin demasiados inconvenientes a un combinado de All Boys y Central Norte, ambos equipos de la provincia del noroeste. La copa, en las vitrinas de nuestro museo, esconde una historia que incluye un misterio y una curiosidad.
Según las crónicas tucumanas, el primer partido resultó algo así como un “trámite”: nos cuenta el anónimo articulista del diario La Gaceta que:
“Sin haber enfrentado a un enemigo de consideración, no ha sido posible conocer debidamente las condiciones de los jugadores visitantes, quienes por otra parte han dejado una inmejorable impresión entre los aficionados”.
Destaca:
“Los antecedentes honrosos de que venía precedido el primer elenco del Club Lanús de la Capital Federal”, que “hicieron que un público numeroso se trasladara el viernes al estadio de Atlético Tucumán con el fin de presenciar su debut”,
incluyendo un recibimiento a toda pompa, con extensos aplausos.
En cuanto al segundo partido, frente a un combinado de jugadores tucumanos, Lanús ganó 1 a 0. Sin embargo, según las crónicas publicadas en la prensa:
“El match decepcionó a los espectadores locales”.
Destacan que, tras una primera mitad sin demasiadas emociones, Lanús desplegó una superioridad notoria en todas sus líneas, frente a un equipo:
“Sin resistencia (…) desarticulado y desprovisto por completo de las condiciones que debe tener un rival de categoría (…) pesado y cohibido en la acción ofensiva y defensiva”.
Observan, de igual modo, que los visitantes:
“Han cumplido con creces la misión que les tocó desempeñar, dejando bien alto sus prestigios de eleven homogéneo y sus antecedentes de institución caballerosa”.
La prensa tucumana enfatiza cómo ese Lanús, que incluía entre sus once a Volante, Truffa, Chimento, Manfrín, Salvia y Devoto, es:
“Uno de los mejores teams de la metrópoli (…) capaz de lucirse con un vistoso estilo de juego y una eficacia implacable”.
Tras el último partido, dejan en claro que, con sus actuaciones, el conjunto granate:
“Justificó la fama de que venía precedido”.
Luego de la final, se organizó un lunch en la Federación Tucumana de Fútbol: participaron del mismo jugadores, dirigentes (tanto de los clubes como de la liga local y de las provincias vecinas) y socios. La prensa destaca el ambiente cordial y de camaradería:
“Para desmentir (…) todas las historias formadas a raíz de los incidentes ocurridos en el mes de mayo del año pasado”.
En tal evento, quien fuera por entonces nuestro presidente, Silvio Peri, se dirigió a los miembros de la Federación pidiéndoles la conmutación de la pena:
“De todos los jugadores que se encontraban cumpliendo medidas disciplinarias”.
No sabemos qué sucedió en Tucumán en mayo de 1927, qué tipo de indisciplina llevó a una ostensible sanción en contra de nuestros players. Creemos, sin embargo, que la disputa del trofeo pudo haber sido una forma de pulir asperezas.
Nos queda, por último, la sorpresiva mención de Harold Lloyd en la copa. El actor era indudablemente popular entre los argentinos, siendo sus comedias éxitos arrolladores. Por entonces, se había estrenado hacía poco, en las ciudades más populosas de nuestro país, El hermanito, dato que quizás explique por qué su nombre atraviesa el torneo de fútbol realizado en Tucumán: era, consideramos, una forma de publicitar dicha película.
Trascendiendo la curiosidad (¿cuántos equipos argentinos tienen una copa referenciando, directa o indirectamente, a un actor?), es un dato que nos habla de cómo el cine y el fútbol eran espectáculos que no estaban demasiado alejados entre sí. Tengamos en cuenta que un fenómeno central de nuestra sociedad en las postrimerías de la década de 1920 fue la expansión de la cultura de masas, producida o reproducida por medios técnicos, en distintas expresiones concebidas con el fin de alcanzar públicos de considerable cantidad.
En otros términos, quedó definitivamente configurado en Argentina un mercado masivo que incluía espectáculos deportivos y películas (junto a obras teatrales, publicaciones gráficas, etc.). Esto sucedía en simultáneo a una importantísima expansión urbana y demográfica. En dicho marco, muchas industrias vinculadas con el ocio se orientaron a los sectores populares urbanos, público que rápidamente captó el atractivo de algunos entretenimientos, tal los casos del fútbol y el cine (no en vano, nuestro país se había vuelto, desde 1927, uno de los mercados más importantes para el cine hollywoodense, superando incluso al mucho más poblado Brasil, como cuenta Matthew B. Karush en su libro Cultura de clase).
Prueba de tal desarrollo, dirigiéndose a un líder comunista, Roberto Arlt dijo:
“De cien proletarios, noventa ignoran quién es Carlos Marx, pero noventa pueden contar en qué estilo da besos Rodolfo Valentino y qué bigote usa José Mojica”.
La copa “El Crack (Harold Lloyd)”, exhibida en nuestro museo, es un testimonio de una época en la que, junto a una notable transformación de la sociedad, se produjo una singular expansión de la cultura de masas: en dichos años, en los que Lanús ya era uno de los equipos más representativos de Buenos Aires y Capital, el fútbol y el cine se iban delineando, cada vez más, como entretenimientos masivos entre los sectores populares.